Hoy 9 de abril, aciago día para Colombia, y al rendirle un sencillo pero sincero homaneje de admiración a Jorge Eliécer Gaitán, quien siempre luchó por la paz en un país bañado en sangre, hay que decir que éste sufrido pueblo sigue esperando por ese momento, en el que la vida cuotidiana pueda transcurrir sin los sobresaltos, sin la angustia que se observa en los rostros de nuestros campesinos.
Gaitán siempre consideró que la violencia fue generada por los sectores que deseaban mantener la hegemonía económica y de partido en un territorio en donde la clase de abajo ha sido sometida por la fuerza a sus antojos, a sus pretensiones.
A los sesenta y tres años del vil asesinato del caudillo liberal, debemos señalar que esa que fue una de las banderas más nobles del inmolado dirigente, sigue siendo una petición de la gente humilde que es la que más sufre por la desmedida acción de una violencia que no encuentra descanso.
Los caminos de Colombia continúan siendo mudos testigos de la tragedia que día a día viven quienes son víctimas del despojo de sus tierras, o simplemente deben salir a buscar un refugio que les brinde el amparo, la seguridad que el gobierno todavía está lejos de ofrecerles.
Al cumplirse un nuevo aniversario del cobarde asesinato de Gaitán, debemos reconocer que los colombianos pobres, a los que el vigoroso líder defendía, siguen esperando otra voz que como la de él , se alce fuerte para oponerse a los atropellos que aún hoy, llevan a cuestas trabajadores y campesinos.Gaitán, esa patria que te reconoció, hoy espera por otro líder que luche por su causa, por su reivindicación, como bien lo supiste hacer sin descanso.
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