Esto es muy cierto, porque si nos detenemos a ver las cosas en sus justas dimensiones, un presidente en Colombia debe actuar con el criterio del buen gerente, buscar la eficiencia en cada funcionario que lo acompañe en la tarea de asdministrar el país.
Así debiera ser, pero desde siempre, especialmente de unos años para acá, parece que ese principio encaminado a lograr una buena gestión, al parecer, poco interesa.
Según nuestro criterio, pués no se qué opinan los sabios de Colombia,a qué obedece este hecho? Entre otros, por el compromiso político que adquieren los gobernantes al momento de buscar ascender al poder.
Resulta tan fuerte la deuda electoral, en términos de voto que ha adquirido, que se le hace imposible rechazar un determinado nombre para ocupar cualquiera de los ministerios, con lo que el resultado final es altamente perjudicial para el país.
Ya los vimos en el anterior gobierno con el ministro de obras a quien se le culpa del desastre vial que enfrenta Colombia, igual el de agricultura quien se dedicó a complacer a sus grandes amigos, ni qué decir del de salud, y hoy nuevamente, con algunos de los miembros del nuevo gobierno.
El reciente paro del transporte así lo testimonia, demasiada improvisación en las decisiones de un ministro.
En consecuencia, al presidente, pese a sus compromisos políticos le corresponde actuar cual buen gerente, corregir deficiencias donde las hay, remplazar funcionarios cuando sea pertinente y velar porque la empresa que se le encargó, avance en el desarrollo de su infrestructura, en lo económico y en lo social.
Lo otro, es ser presidente para complacer no sólo a su ego, sino a quienes siempre quieren manejar el país a su alegre antojo y obtener las escandolsas ventajas que el pueblo humilde solamente se limita a observar paciente desde su barrera de necesidades.
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